Siempre la misma cadencia
entre las manos y las miradas,
un suma y sigue entre silencios,
entre el monótono tic-tac
de un reloj varado en la nada;
surgir y perecer,
ser quietud, ser sueño;
surgir y caer,
ser silencio, ser deseo...
de ser mar en la dulzura
del agua estancada,
de ser caricia
en la voz del viento.
Pedalear en el viento
para cruzar el infinito...
Fuera de lugar;
no hay sueños,
no hay esperanza.
Pedalear en la nada
para ser un olvido...
Fuera de lugar;
no hay camino,
no hay horizonte.
Ocaso para las miradas
a la velocidad de un sueño,
sueño de azules y naranjas
desdibujándose en las manos;
y en un instante será oscuridad
el ayer, las horas... las caricias
que el viento dejó en la piel.
De puntillas
sobre el silencio...
para alcanzar un sueño.
De puntillas
entre nubes...
para ser realidad.
Varadas las palabras
en playas de ciudad,
en puertos de hormigón,
en arenas de asfalto...
y el olvido pudre una sonrisa,
una mirada... un beso.
Nocturno y ocaso,
miradas desde el silencio,
impregnadas de viento,
de salitre y olvidos;
naufragios en el paraíso
de orillas solitarias,
de arenas desiertas.
A media luz,
a media luna,
un instante donde el viento
abraza las horas,
donde el sol refulge
entre las sombras del olvido;
y mis miradas, mis manos...
... en un ocaso de rojos y azules,
un ocaso de silencios en la mar.
